¡A la mierda la motivación!
Lo que tú necesitas es disciplina. Completar tareas provoca los estados internos que los procrastinadores crónicos creen que necesitan para comenzar las tareas.
Para hacer cualquier cosa, existen básicamente dos maneras de ponerse en una situación en la que realmente se hará.
La primera opción, la más popular y tremendamente errónea: intentar automotivarse.
La segunda opción, algo impopular y completamente correcta: cultivar la disciplina.
Esta es una de esas situaciones en las que adoptar una perspectiva diferente produce inmediatamente resultados superiores. Pocos usos del término “cambio de paradigma” son realmente legítimos, pero aquí tenemos uno. Es como encender una bombilla sobre tu cabeza.
¿Cuál es la diferencia?
La motivación, en términos generales, opera bajo la presunción errónea de que es necesario un estado mental o emocional particular para realizar una tarea.
Esto es completamente al revés.
La disciplina, en cambio, separa el funcionamiento externo de los sentimientos y los cambios de humor y, por lo tanto, irónicamente, al mejorar constantemente las emociones, previene el problema.
Por ejemplo, entrenar por la tarde siempre fue muy duro para mí, en primer lugar porque ya estoy muy cansada luego de salir del trabajo y también porque me considero una persona vespertina. La solución fue despertarme a las 5 am todos los días para entrenar, con frío, calor, manteniendo la disciplina. ¿Es fácil? Obviamente que no, hay días que hacer poco sigue siendo mejor que no hacer nada.
En pocas palabras, no debes esperar hasta estar en buena forma para empezar a entrenar. Entrena para ponerte en buena forma.
Cuando la acción está condicionada por las emociones, esperar un estado de ánimo ideal se convierte en una forma particularmente insidiosa de procrastinación. Lo sé muy bien y desearía que alguien me lo hubiera señalado diez años antes de que terminara aprendiendo la diferencia.
Cualquiera que espere, hasta tener ganas de hacer las cosas para hacerlas, está jodido. Aquí es exactamente donde surge el temido círculo vicioso de la procrastinación.
El ciclo de la procrastinación
¡Lo haré después! -> Joder, no voy a hacer nada. -> Quizás debería considerar comenzar esta tarea... -> ...pero no estoy lo suficientemente dispuesto para hacerlo bien. (repetir)
La esencia de perseguir la motivación es la insistencia en la fantasía infantil de que solo debemos hacer las cosas que nos apetece hacer. La cuestión es cortar la conexión entre sentimientos y acciones, y hacerlo de todos modos. Te sentirás bien, enérgico y emocionado después de actuar.
También existen problemas psicológicos relacionados con la motivación. La vida real y el mundo real a veces requieren que uno haga cosas que nadie en su sano juicio podría entusiasmar, y así la “motivación” se topa con el obstáculo insuperable de intentar producir entusiasmo por algo que objetivamente nunca lo merecería.
Hay otro problema práctico con la motivación. Tiene una validez restringida y necesita ser revitalizada constantemente. En contraste, la disciplina es como una máquina que, una vez puesta en funcionamiento, comienza a suministrar energía al sistema.
La productividad no requiere ningún estado mental. Para obtener resultados consistentes a largo plazo, la disciplina supera la motivación; de hecho, la disciplina termina por andar por ahí, humillando la motivación.
¿Cómo se cultiva la disciplina? Desarrollar hábitos
Comenzar con cosas muy pequeñas con las que puedas lidiar, incluso microscópicas, y así ganar impulso, reinvirtiendo en cambios cada vez mayores en tu rutina, construyendo así un círculo virtuoso de retroalimentación positiva.
La motivación es intentar encontrar esas ganas de hacer cosas. La disciplina es hacerlo aunque no tengas ganas.