Adolescencia hasta los 32
Cambridge mapea cinco fases del cerebro y coloca el pico funcional a principios de los 30. Qué implica para salud mental, trabajo y decisiones.
La semana he estado bombardeada en Instagram con el titular: la adolescencia dura hasta los 32 años. Mi primer pensamiento fue la broma fácil de que esto explicaría ciertos comportamientos masculinos. Pero la pregunta interesante no es esa, sino qué significa de verdad para nuestro cerebro, nuestras emociones y cómo maduramos.
Lo que dice la ciencia
El estudio que encendió el debate viene de la Universidad de Cambridge: analizaron casi 4.000 cerebros sanos, de 0 a 90 años, y detectaron cinco “fases” de conectividad cerebral con puntos de inflexión claros en torno a los 9, 32, 66 y 83 años.
La red neuronal funciona de forma especialmente eficiente desde los 9 hasta principios de los 30, y ese tramo lo etiquetan como etapa “adolescente” a efectos de cableado cerebral. No es que sigas con acné, es que tu cerebro sigue optimizando y reorganizando conexiones más tiempo del que creíamos.
Ese patrón se publica como resultado de grandes bases de datos de neuroimagen y ayuda a entender por qué el riesgo de trastornos mentales se dispara en la juventud y no cae de golpe al cumplir 20. La evidencia previa ya señalaba que el 50 % de los trastornos mentales debuta antes de los 14 años y tres cuartas partes antes de los 24, con variación por tipo de trastorno.
Evolución y “adultez emergente”
Desde la evolución, los humanos hemos “estirado” la adolescencia para aprender habilidades complejas en sociedades cooperativas. Esa ventana prolongada de plasticidad puede ser una ventaja adaptativa, no un defecto.
En psicología del desarrollo, Jeffrey Jensen Arnett lo llamó adultez emergente: de los 18 a los veintitantos como etapa con identidad en construcción, exploración e inestabilidad. Lo nuevo de Cambridge es que los mapas de conectividad sugieren que la ventana funcional se alarga incluso hasta primeros 30.
¿Por qué importa en el día a día?
Si el cerebro prioriza eficiencia y reajustes hasta principios de los 30, no es raro ver picos de búsqueda de sensaciones, cambios vocacionales o impulsividad social más allá de los 20. No es una excusa, es contexto para diseñar políticas educativas y laborales que no presuman “madurez total” a los 22.
Entender que la arquitectura cerebral aún está en transición ayuda a normalizar, pedir ayuda a tiempo. La detección temprana es clave porque la mayor parte de los trastornos empieza antes de los 25.
El estudio no separa por sexo, así que cuidado con lecturas simplistas tipo “ellos maduran más tarde”. La ciencia aquí no respalda comparaciones de patio de colegio. Habla de redes neuronales, no de permisos culturales.
¿Y el “máximo” a los 32?
Cambridge observa que muchos marcadores cognitivos parecen alcanzar techo a principios de los 30, al tiempo que la red se reorganiza hacia un modo adulto más estable. Luego llega una etapa larga de mantenimiento, y ya en los 60-80 aparecen cambios de segregación funcional que encajan con lo que sabemos del envejecimiento sano y del incremento de riesgo de demencia.
Lo que nos estamos jugando
Educación y trabajo. Si la adolescencia funcional termina más tarde, la universidad y las primeras experiencias laborales deberían incluir entrenamiento explícito en autorregulación, toma de decisiones y salud mental. No es paternalismo, es realismo neurobiológico.
Prevención honesta. Políticas de prevención deben enfocarse en la ventana 12–25 con prioridad máxima, porque ahí se concentra el debut de la mayoría de trastornos. A partir de ahí, apoyo continuado para consolidar hábitos.
Mirada compasiva. No etiquetemos como “eterna inmadurez”. Es plasticidad extendida. El objetivo no es alargar la irresponsabilidad, sino aprovechar mejor esa fase para construir habilidades.
La frase “adolescencia hasta los 32” no significa barra libre de impulsividad. Significa que el cerebro humano sigue afinando su cableado más tiempo del que asumíamos. Evolutivamente, tiene sentido, psicológicamente encaja con décadas de investigación sobre adultez emergente, y médicamente nos recuerda dónde poner la prevención y el cuidado.
Antes de usar el titular para caricaturizar comportamientos, usemos el dato para diseñar mejores entornos de aprendizaje, trabajo y salud mental, y para tratarnos con menos juicio y más contexto.




