Diversidad bajo ataque: El marketing del miedo
Cuando las políticas de inclusión se convierten en blanco de la ultraderecha, la historia nos recuerda los peligros de usar el miedo como herramienta de poder.
Quiero empezar con algo claro: lo que estamos viendo no es una coincidencia. No son decisiones aisladas de empresas o gobiernos. Es un patrón. Desde Walmart, que eliminó productos LGBTQ+ y cerró su centro de equidad racial, hasta movimientos en Brasil, España o Italia que intentan desmantelar políticas inclusivas, todo parece parte de una estrategia coordinada que se alimenta del miedo.
Y aquí es donde me quiero detener: el miedo siempre ha sido un arma poderosa en la política. Si miramos hacia atrás, vemos que dictadores como Hitler usaron el miedo como una estrategia de marketing. Sí, de marketing. Hitler convenció a millones de que los problemas de Alemania eran culpa de los judíos, de las minorías, de aquellos que eran diferentes. Creó un enemigo común para distraer de los problemas reales y consolidar su poder.
¿Y qué tiene que ver esto con las políticas de diversidad? Mucho.
Hoy, los grupos ultraconservadores están usando la misma fórmula: nos dicen que las políticas inclusivas son una amenaza, que están "imponiendo agendas" o que destruyen valores "tradicionales". Pero la realidad es que estos discursos no tienen nada que ver con proteger valores; tienen que ver con dividirnos, con distraernos de los problemas reales y, sobre todo, con mantener privilegios intactos.
El ataque a la diversidad no es un "malentendido"
Cuando Walmart deja de compartir datos con organizaciones como Human Rights Campaign o Ford elimina sus objetivos de inclusión LGBTQ+, no lo hacen solo porque sí. Muchas de estas decisiones vienen como respuesta a boicots organizados por grupos conservadores que, con un discurso bien armado, buscan hacer parecer que la diversidad es un capricho o, peor, una amenaza.
Piénsalo: ¿por qué algo tan simple como una campaña publicitaria con personas LGBTQ+ o productos que celebran la diversidad genera tanto rechazo? Porque, igual que en la Alemania nazi, alguien decidió que había que crear un enemigo. Un "otro" que supuestamente amenaza el orden, los valores y la estabilidad. Y esa narrativa, repetida una y otra vez, se convierte en una herramienta para movilizar a las masas.
Lo que realmente está en juego
Pero aquí va lo importante: esto no se trata solo de marketing corporativo ni de estrategias políticas. Se trata de personas reales. Piensa en quienes hoy viven con miedo porque no pueden ser quienes son. En los adolescentes LGBTQ+ que ven cómo sus derechos y su representación desaparecen mientras el mundo les dice que su identidad no es válida.
Por ejemplo, ¿sabías que, según el informe de Human Rights Campaign, el 42% de los jóvenes LGBTQ+ ha considerado el suicidio en algún momento de su vida? ¿Y que en países como Brasil, donde el discurso de odio ganó más fuerza en los últimos años, los crímenes contra personas trans y homosexuales se dispararon? Estas cifras no son solo números: son vidas que podrían salvarse si viviéramos en un mundo más inclusivo.
Piensa también en las personas que necesitan políticas inclusivas para sobrevivir. Como los trabajadores negros en Estados Unidos que dependen de iniciativas de equidad racial para acceder a oportunidades que históricamente se les han negado. O las mujeres en Brasil que, sin políticas de género, enfrentan aún más barreras para escapar de situaciones de violencia.
Un recuerdo para quienes viven en las sombras
Quiero que pienses en alguien que conoces, o quizá en ti mismo/a. Esa persona que todavía no se siente segura para salir del clóset. Esa persona que, cada vez que ve una campaña publicitaria inclusiva, siente un rayo de esperanza porque, por fin, alguien dice: "Yo te veo. Yo te respeto."
Cada vez que una empresa retrocede en sus políticas de inclusión, cada vez que un gobierno desmantela un programa de equidad, esas personas sienten que el mundo les dice: "No importas." Y eso es devastador.
Porque las políticas de diversidad no son solo "bonitas" o "correctas". Son una cuestión de dignidad. Son el mensaje de que todas las personas merecen vivir sin miedo, sin esconderse, con las mismas oportunidades y derechos.
¿Cómo respondemos a este ataque?
Lo primero es no caer en la trampa. La diversidad no es una amenaza, es una fortaleza. Es lo que hace que las empresas, las comunidades y los países sean más resilientes, más creativos, más humanos.
Uno de los principales argumentos de quienes atacan las políticas de diversidad es que generan controversia y dañan los resultados económicos de las empresas. Sin embargo, esta afirmación ignora una realidad fundamental: la comunidad LGBTQ+ tiene un alto poder adquisitivo. Según estudios de Nielsen y PwC, la comunidad LGBTQ+ representa un mercado global que supera los $4.6 billones de dólares al año. Además, un informe de Deloitte muestra que los consumidores, especialmente los más jóvenes, prefieren marcas que adopten posturas inclusivas y socialmente responsables.
Lo segundo es recordar que quienes usan el miedo para dividirnos lo hacen porque saben que, si estamos unidos, somos más fuertes. Y lo tercero, y quizá lo más importante: apoyar. Apoyar a las marcas que defienden la diversidad, a las personas que necesitan ser escuchadas, a las políticas que garantizan derechos.
Porque, al final, no se trata solo de Walmart, ni de Target, ni de Ford. Se trata de las personas que necesitan un mundo que las vea y las valore. Y ese mundo no llegará solo. Lo construimos todos.