El lenguaje tiene género y es "fálico"
Para abordar verdaderamente el sexismo arraigado en el lenguaje, es crucial cuestionar y desafiar las raíces ideológicas subyacentes en su funcionamiento gramatical y semántico.
Besitos porque el mundo no gira en el entorno del pene
¿Cuántas veces no dijiste “Coño”, cuando algo malo sucedió? O dijiste “esta tiene cojones” y porque no “¿esta tiene ovarios?”.
Cuando hablamos del patriarcado, no podemos pasar por alto el papel del lenguaje. Es como ese amigo que, sin darse cuenta, perpetúa estereotipos de género sin querer. Pero si queremos deshacernos de esos estereotipos, tenemos que adentrarnos en las raíces mismas del lenguaje.
¿Cuáles de estas expresiones dices o escuchas con frecuencia?
"Tiene cojones o agallas": Denota valentía o coraje.
"Esto es la polla": Se usa para enfatizar algo realmente bueno o impresionante.
"Está hecho un toro": Implica fortaleza física.
"Es un macho alfa": Refiere a un hombre dominante o líder.
"Echarle huevos": Se utiliza para motivar a alguien a ser valiente o tomar acción.
A menudo usamos expresiones que están basadas en lo masculino sin siquiera darnos cuenta. Palabras como "coño" o "cojones" están arraigadas en el lenguaje cotidiano, pero, ¿por qué no usamos expresiones que reflejen lo femenino? Es un buen punto para reflexionar sobre cómo el lenguaje tiende a estar sesgado hacia lo masculino.
El rol del lenguaje no es solo comunicar ideas; también construye realidades. El problema radica en que está impregnado de las mismas ideas preconcebidas que queremos cuestionar. Por eso, si no profundizamos en cómo funciona el lenguaje, en su gramática y significados, corremos el riesgo de quedarnos en la superficie sin cambiar realmente nada.
En el lenguaje fálico o logocéntrico, lo masculino se presenta como dominante y siempre positivo, mientras que lo femenino suele tener connotaciones negativas. Además, en las categorías lingüísticas, el sujeto masculino ocupa una posición central similar al "Sol", en tanto que el sujeto femenino se coloca en una posición periférica, como la "Tierra" que gira a su alrededor.
Pequeñas victorias
La Real Academia accedió a la solicitud de eliminar una de las definiciones de la palabra "fácil", que específicamente señalaba a una mujer como alguien que está dispuesta a tener relaciones sexuales sin problemas. Luego de una prolongada lucha, accedieron a reemplazar "mujer" por "persona". Este pequeño triunfo ha avivado la polémica (tan necesaria) en torno a la revisión y reevaluación del uso de términos para referirse a géneros.
Es cierto que la modificación en el diccionario es un paso importante, pero cambiar el lenguaje requiere más que simples ajustes. La lucha no solo se trata de reformular definiciones, sino de desafiar las connotaciones negativas arraigadas en el lenguaje. Es crucial desmantelar los prejuicios de género presentes en las palabras y expresiones cotidianas.
En muchos casos, los términos que afectan a las mujeres tienen una carga peyorativa que no se refleja en su equivalente masculino. Esto revela un desequilibrio en el lenguaje que refuerza estereotipos de género y perpetúa desigualdades.
Para impulsar el cambio, se requiere un esfuerzo colectivo. Educar sobre el impacto del lenguaje sexista, promover la inclusión de perspectivas de género en la educación y fomentar el uso de un lenguaje más equitativo son pasos fundamentales.
Asimismo, es importante cuestionar el origen de estas expresiones y su aceptación cultural. La reflexión individual y colectiva puede generar una mayor sensibilidad hacia el lenguaje sexista y ayudar a redefinir la forma en que nos comunicamos.
Es un proceso gradual, pero cada acción contribuye a construir un entorno más igualitario y respetuoso.
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