El machismo que habita en mí
Una reflexión sobre el machismo estructural enraizado en nosotras.
La primera vez que un hombre me dijo que yo era machista, trabajaba como becaria en una agencia y hacía comentarios como que si una mujer está en la calle tarde y le pasa algo, es culpa suya. O que si usa ropa corta, es una cualquiera, solo porque a mí no me gustaba. Ha sido un largo camino de deconstrucción que sigo recorriendo para eliminar de mí actitudes machistas, tanto conscientes como inconscientes.
Cuando comentamos sobre el aumento de peso de otra mujer, sin hacer absolutamente nada para ayudar...
Cuando cuestionamos si el pintalabios rojo o el maquillaje que usa para ir a trabajar es para seducir a alguien y no para sentirse bien consigo misma o simplemente porque le apetece...
Cuando decimos que está en una relación abusiva porque quiere...
O que tiene hijos con diferentes padres porque es fácil...
O que si sufrió acoso, fue violada o asesinada porque estaba en la calle hasta tarde o porque estaba borracha...
Eso es machismo.
Cuando anulamos los deseos y voluntades de otra mujer, cuando le quitamos el derecho a elegir sobre su propio cuerpo o asumimos que todo lo que hace gira en torno a los hombres y no a sí misma, eso demuestra cuánto nos queda por crecer.
Cuando servimos primero a los hombres en una reunión familiar, o presentamos a la esposa de nuestra hija como "amiga", eso es machismo, entre otras cosas.
Hay muchas cosas que dejo de hacer, como usar pintalabios rojo para trabajar precisamente por el juicio de los demás. Parece una tontería, ¿verdad? Pero cuántas mujeres no han sido cuestionadas por sus parejas y por otras mujeres por ir "demasiado arregladas".
Si una mujer está por encima de su peso es un problema, pero si es atractiva, Dios mío, es aún peor. Porque una mujer que hace mucho ejercicio no es inteligente, la que se opera es perezosa y ni hablar de las madres que dejan a sus hijos para ir a trabajar o salir con amigas, porque esas merecen ser quemadas en la hoguera.
Somos víctimas del patriarcado, de los hombres y lo más triste, de nosotras mismas.
¿Has elogiado a otra mujer hoy? ¿Le has mostrado lo increíble que es y la has hecho sentirse genial?
La periodista Mirian Goldenberg, realizó una investigación y, ante la pregunta sobre qué es lo que más envidian de los hombres, las mujeres respondieron, en primer lugar, la libertad. Envidian la libertad masculina sobre su propio cuerpo, la libertad sexual, la libertad de reír y divertirse. En otras mujeres, envidian la belleza, la juventud, la delgadez y la sensualidad, entre otras cosas. Se quejan de la falta de tiempo, falta de reconocimiento y falta de reciprocidad. Se sienten muy insatisfechas, frustradas, deprimidas y agotadas.
Por paradójico que parezca, muchas mujeres que afirmaron envidiar y valorar la libertad masculina, criticaron a otras mujeres que adoptan comportamientos más libres y rechazan los modelos femeninos más tradicionales. También preguntó a los hombres qué envidian de las mujeres. No hubo duda. Respondieron categóricamente: nada. Pocos dijeron que envidian la maternidad, la sensibilidad y los orgasmos múltiples.
Con estos datos os dejo la pregunta: ¿Qué estamos haciendo en nuestro día a día para dejar de ser prisioneras de modelos de "ser mujer" que provocan tanto sufrimiento y excluyen a una gran parte de nosotras?