El Marketing del Absurdo: Lo que las sectas y la política tienen en común
Un análisis del perfil psicológico de los extremistas y cómo las grandes narrativas absurdas capturan mentes y silencian voces.
Todos hemos visto alguna vez algo que parecía demasiado ridículo para ser verdad: teorías conspirativas que circulan en redes sociales, figuras políticas que defienden lo indefendible, o incluso sectas que logran arrastrar a miles de personas a seguir creencias absurdas. Lo curioso es que, pese a lo increíble de estas narrativas, siguen teniendo éxito. ¿Por qué? Porque detrás de todo esto hay un marketing del absurdo que sabe muy bien cómo conectar con las emociones humanas más profundas: el miedo, la necesidad de pertenencia y la búsqueda de respuestas simples a problemas complejos.
El poder del absurdo: ¿Por qué funciona?
La política, las sectas y la censura comparten una herramienta poderosa: el control de la narrativa. Para entender por qué el absurdo se ha convertido en una herramienta tan efectiva, tenemos que mirar más de cerca el perfil psicológico de quienes abrazan estas narrativas extremas. Según estudios psicológicos, las personas que caen en extremismos suelen compartir ciertos rasgos: una necesidad de certidumbre en un mundo caótico, un fuerte deseo de pertenecer a un grupo que les dé identidad y, muchas veces, una sensación de haber sido traicionadas por el sistema.
Las sectas, por ejemplo, ofrecen soluciones rápidas y absolutas. Cuando todo en la vida parece incierto, alguien que te diga “yo tengo la verdad” suena como un salvavidas. Es la misma dinámica que vemos en la política extremista. Los discursos polarizados crean un “ellos contra nosotros” donde las respuestas a todos los problemas se presentan como simples, claras y absolutas. Es una fórmula atractiva para quienes buscan certezas en un mundo cada vez más complicado.
El marketing del miedo
Un ejemplo de este marketing del absurdo es el uso del miedo como herramienta de control. Políticos extremistas, tanto de derecha como de izquierda, lo utilizan para movilizar a las masas. Piensa en campañas políticas que giran en torno a una narrativa de “nosotros o el caos”. Ya sea a través de la amenaza de una invasión extranjera, el miedo a perder empleos o la supuesta destrucción de valores tradicionales, el miedo es el motor que alimenta estas narrativas.
Líderes políticos como Viktor Orbán en Hungría o Marine Le Pen en Francia han utilizado el miedo como su principal herramienta de marketing. Prometiendo protección contra inmigrantes, la UE o cualquier “otro” percibido como amenaza, estos líderes presentan soluciones simples a problemas increíblemente complejos. La táctica es clara: dividir a la sociedad, crear enemigos visibles y ofrecer una “salvación” que solo ellos pueden proporcionar. El marketing detrás de sus campañas es casi idéntico al de las sectas: crear un “ellos contra nosotros” y movilizar a las masas mediante el miedo a lo desconocido. Otro ejemplo similar fue utilizado por el movimiento neonazi Proud Boys. Aquí, el extremismo no se esconde detrás de doctrinas religiosas, sino de ideas políticas radicales que encuentran eco en redes sociales y en ciertos medios de comunicación.
Esto no es diferente a lo que hacen las grandes sectas. El mensaje subyacente es siempre el mismo: si no me sigues, perderás lo más valioso que tienes, ya sea tu familia, tu vida o tu libertad. Los adeptos, atrapados en el miedo, aceptan dogmas sin cuestionarlos, porque cualquier alternativa parece aún más aterradora.
A pesar de lo absurdo de sus narrativas, estas estrategias son efectivas. ¿Por qué? Porque apelan a nuestras emociones más profundas: miedo, inseguridad y el deseo de pertenecer. A lo largo de la historia, distintas sectas, pensadores y regímenes han utilizado este marketing del absurdo para controlar, adoctrinar y manipular a las masas.
La Secta de los Templarios
En el siglo XII, los Templarios no solo eran una orden militar, sino que también cultivaron un aura de misticismo que atrajo a miles de seguidores. A través de una narrativa de poder divino y una misión casi sagrada, los templarios ofrecieron a sus adeptos la idea de que pertenecían a un grupo elegido, con acceso a verdades secretas. Este "privilegio" de conocimiento los mantenía leales, aun cuando sus acciones parecían extremas. El mismo patrón lo vemos hoy en sectas como NXIVM, que vendían la idea de automejoramiento, pero en realidad controlaban a los adeptos mediante miedo, abuso y manipulación emocional.
Los Davidianos de Waco
El caso de los Davidianos de Waco, dirigido por David Koresh en los años 90, es otro claro ejemplo. Koresh utilizó una mezcla de doctrinas religiosas, paranoia sobre el gobierno y promesas de salvación para crear una burbuja donde sus seguidores se entregaron completamente a sus dictados. La psicología del extremismo, aquí, sigue los patrones de control emocional: las personas que se sienten perdidas o marginadas son más susceptibles de caer en las garras de líderes carismáticos que prometen protección y verdad absoluta. Este mismo perfil psicológico lo vemos en QAnon, un movimiento conspirativo que ha arrastrado a miles con ideas descabelladas sobre un “plan secreto” para salvar al mundo.
La Iglesia de la Unificación
La secta liderada por Sun Myung Moon, conocida como la Iglesia de la Unificación, logró amasar un imperio multimillonario mediante el control psicológico de sus miembros. Moon predicaba que él era el nuevo mesías y sus seguidores debían obedecerlo para alcanzar la salvación. Moon, como otros líderes sectarios, aprovechó las inseguridades y vacíos emocionales de sus seguidores para mantenerlos controlados. Este patrón de poder es evidente en los movimientos políticos populistas actuales, donde líderes presentan una visión mesiánica de sí mismos, prometiendo ser la única solución para "salvar" a la nación, tal como vimos con figuras como Donald Trump o Jair Bolsonaro.
Censura y la manipulación de la verdad
Otra herramienta compartida entre la política y las sectas es la censura, o al menos, la manipulación de la información. Quienes controlan la narrativa saben que para mantener el poder, deben controlar qué información llega al público y qué no. En las sectas, es común que los líderes prohíban cualquier tipo de crítica o cuestionamiento. Las personas que se atreven a dudar son silenciadas, expulsadas o incluso perseguidas.
Esto mismo ocurre en regímenes políticos extremos. La censura se convierte en un arma poderosa para controlar a las masas. Piensa en la cantidad de veces que hemos visto gobiernos que bloquean medios de comunicación, arrestan a periodistas o difunden información falsa para mantener el control. En un ambiente donde solo una versión de la verdad es permitida, es más fácil moldear la opinión pública y sofocar cualquier forma de resistencia.
En un mundo donde la censura ya no se realiza solo desde el poder político tradicional, las empresas tecnológicas juegan un papel fundamental. Las plataformas digitales controlan qué contenido se ve y qué se oculta, y en muchos casos, crean ambientes que fomentan extremismos. El efecto burbuja es una forma moderna de censura, donde el acceso a la información se restringe para crear realidades paralelas. Este control sobre la narrativa es similar a lo que hacen las sectas, donde se elimina cualquier información que pueda desafiar la doctrina oficial.
Filósofos y Juegos de Poder
Desde tiempos antiguos, filósofos como Platón, Maquiavelo y Foucault han estudiado el poder, sus dinámicas y cómo la manipulación de las masas es esencial para los sistemas autoritarios. Cada uno, en su contexto histórico, aportó reflexiones que se alinean sorprendentemente con lo que vemos hoy en día en sectas y movimientos políticos.
Platón y el Mito de la Caverna
En el famoso "Mito de la Caverna", Platón describe cómo los seres humanos pueden ser engañados por sombras, creyendo que estas sombras representan la realidad. Este mito resuena con cómo las sectas y ciertos líderes políticos manipulan la información, creando una falsa realidad que sus seguidores aceptan sin cuestionar. Actualmente, esto ocurre con los seguidores de conspiraciones como Flat Earth, quienes creen ciegamente en una narrativa que contradice cualquier evidencia científica.
Maquiavelo y El Príncipe
Maquiavelo, en El Príncipe, plantea que el fin justifica los medios y que los líderes deben manipular las emociones de las masas para mantenerse en el poder. Maquiavelo entendía que el miedo y la desesperación eran herramientas eficaces para controlar a las personas. Esto lo vemos en cómo políticos populistas y extremistas utilizan la amenaza de un enemigo (ya sea interno o externo) para mantener a sus bases movilizadas y unidas. Ejemplos contemporáneos incluyen el uso del “terrorismo” o la inmigración como tácticas para crear miedo y mantener el control en movimientos nacionalistas.
Foucault y la Microfísica del Poder
En su análisis de cómo se ejerce el poder a nivel micro, Michel Foucault nos mostró que no es necesario un poder visible y centralizado para controlar a las masas. Las sectas y los regímenes autoritarios no solo imponen reglas desde arriba, sino que logran que sus seguidores se vigilen y controlen entre sí, un concepto que él llama “microfísica del poder”. Hoy, las redes sociales funcionan de manera similar, convirtiéndose en una herramienta perfecta para la censura y la autocensura. Los algoritmos de plataformas como Facebook o Twitter alimentan las cámaras de eco, donde las ideas extremas se fortalecen y cuestionar al grupo significa la expulsión. Este tipo de manipulación es esencial para mantener a las personas atrapadas en narrativas polarizadas.
La psicología detrás del extremismo
Para entender por qué las personas se adhieren tan fácilmente a estas ideas extremas, es crucial examinar el perfil psicológico de quienes están más predispuestos a caer en estas narrativas. Según un estudio de la American Psychological Association (APA), las personas que se sienten excluidas o que experimentan una profunda inseguridad personal son más susceptibles de adoptar creencias extremas. Estos individuos encuentran consuelo en la idea de pertenecer a un grupo que les ofrece una identidad clara y una causa por la cual luchar.
Además, el extremismo ofrece una forma de simplificar el mundo. En lugar de lidiar con la complejidad y la ambigüedad de la realidad, se refugian en ideas que ofrecen explicaciones claras y fáciles de digerir. "Los otros son los culpables", "el mundo está contra ti" o "solo nosotros tenemos la verdad". Estas afirmaciones ofrecen a las personas un sentido de control y propósito, aunque a menudo estén basadas en falacias o mentiras.
El autoritarismo es un rasgo clave entre las personas que siguen políticas extremistas, especialmente de corte derechista. Estas personas valoran el orden, la obediencia y las estructuras jerárquicas rígidas. En un estudio realizado por el psicólogo Bob Altemeyer, se mostró que quienes puntúan alto en medidas de autoritarismo suelen apoyar políticas y líderes que prometen seguridad a través del control y la represión de la disidencia. Para estas personas, el extremismo político ofrece la promesa de restablecer un “orden” que perciben como perdido o amenazado.
Finalmente, las personas que adoptan políticas extremistas tienden a mostrar una baja capacidad de empatía hacia aquellos que no comparten sus creencias o que pertenecen a grupos opuestos. La deshumanización del "otro" es un mecanismo psicológico que permite justificar la discriminación, el odio e incluso la violencia. Los líderes extremistas suelen fomentar esta falta de empatía, presentando a los enemigos como "menos que humanos" o como una amenaza directa que debe ser eliminada.
El primer paso para romper el poder del marketing del absurdo es la educación crítica. Enseñar a las personas a cuestionar lo que ven, a buscar múltiples fuentes de información y a desconfiar de las soluciones fáciles es crucial para frenar el avance de estas narrativas extremistas. Además, es necesario entender que las emociones juegan un papel central. Las personas no adoptan estas ideas solo porque les parecen lógicas; las adoptan porque les ofrecen una salida emocional, una forma de sentirse seguras y parte de algo más grande que ellas mismas.
Entender las dinámicas psicológicas que lo alimentan es fundamental para combatir su crecimiento. Al final, la clave está en cuestionar, educar y ofrecer un sentido de pertenencia y seguridad que no dependa del miedo ni de la manipulación. Solo así podremos empezar a desmantelar estas narrativas que, aunque absurdas, tienen un poder inmenso sobre las mentes de millones de personas.