Estáis amargando tu vida y de los demás
En un mundo donde el culto a la positividad parece ser la norma, ¿qué sucede cuando nos sumergimos en la negatividad?
Hay una frase que es capaz de convencer a cualquier pesimista y que dice así: Pensar en positivo hace la vida mejor.
Pero me gusta más así:
Ser positiva es una cuestión de elección, por lo que la iniciativa tiene que venir de ti.
Lo que dicen muchos libros, películas y personalidades es que el pensamiento (la ley de la atracción) realmente influye en la vida de las personas. Independientemente de si los libros ayudaron a alguien o no, la ciencia aborda cuestiones similares a esta. Los investigadores quedaron intrigados y están estudiando la relación que puede tener la salud de un individuo con los pensamientos que tiene.
Lo cierto es que mantener pensamientos negativos en tu interior puede tener efectos mucho más negativos en tu salud.
Estudios científicos han demostrado que la negatividad crónica puede conducir a una espiral descendente hacia la amargura, un estado mental que se caracteriza por el resentimiento, la frustración y la falta de satisfacción con la vida. Esta amargura no solo afecta nuestro propio bienestar, sino que también se filtra en nuestras interacciones con los demás, creando un ciclo tóxico de negatividad que puede contaminar nuestro entorno.
Más perdón, menos rencor
El perdón, desde un punto de vista clínico, es un proceso en el que la persona abandona el sentimiento de amargura y los pensamientos asociados a la retribución, por ejemplo. Por eso, dejo aquí mi propuesta de reflexión: Discutir y practicar el perdón.
Para estar sano no basta con que el ser humano lleve una dieta equilibrada y practique ejercicio físico. Para estar sana, necesitas desarrollar y alimentar sentimientos de generosidad, empatía e incluso amor por aquellas personas que alguna vez te hicieron sufrir.
El proceso de curación puede ser largo. Si una persona tiene traumas y heridas emocionales profundas, el camino puede ser arduo.
Otra cosa importante es analizar si no te estás poniendo en posición de víctima por situaciones que no te corresponden y que nada tienen que ver contigo. A menudo tornamos personales las decisiones que otras personas toman sobre sus vidas y descargamos nuestras frustraciones en cosas que no podemos controlar.
Cómo saber si soy una persona tóxica
Según Marián Rojas Estapé, psiquiatra y autora de Encuentra tu Persona Vitamina, en una entrevista para El País, debemos hacernos las siguientes preguntas:
¿Estoy agradecida o doy todo por sentado?
¿Qué es lo que más me gusta de mi forma de ser?
¿Qué me irrita de mi personalidad?
¿Le agrado a la gente?
¿Les hago la vida agradable?
¿Se preocupan por mí?
¿Intentan estar conmigo? O noto que me evitan, me tratan mal, hablan mal de mí, me retan, siempre estoy tensa… si predomina de forma generalizada la segunda opción, quizás esas malas vibraciones vengan de ti misma.
¿Soy egoísta? ¿Puedo hacer solo lo que quiero?
¿Tengo que ser el centro de todo?
¿Tengo dificultad para ser empática, no escucho a los demás porque no me importa lo que les pase? Si la respuesta es sí, quizás tu actitud esté afectando tóxicamente a otras personas.
Uno de los puntos que aborda en su libro son los dos perfiles comunes entre las personas que consumen energía: los quejosos y los amargados.
Eres una quejosa cuando nada te agrada del todo. Cuando ves un problema en todo, como “no voy a ir porque habrá mucha gente”, “aquí hace frío”, “eso es aburrido”.
Una quejosa es alguien que se pasa todo el día quejándose, ve la vida a través de un filtro oscuro. La persona amargada es la que piensa “me borro y borro a los demás”. Estás amargada cuando llegas a un ambiente y lo contagias de angustia.
Lo malo es que la amargura se alimenta de sí misma y hay grupos de amargados que se forman para volverse aún más amargados. Para saber si eres uno de ellos, pregúntate cómo son las personas antes de llegar y cómo están cuando te vas.
Si empeoran, estás propagando toxicidad.
Existen diversas formas de cuidar nuestra mente y nuestra energía. La práctica regular de técnicas de relajación, como la meditación, la respiración profunda y la atención plena, puede ayudar a calmar la mente y reducir el estrés. El ejercicio físico también juega un papel crucial, liberando endorfinas y promoviendo una sensación de bienestar general.
Recordemos que buscar ayuda profesional, cuando sea necesario, también es una forma de cuidar nuestra mente y nuestra energía. La terapia, el asesoramiento y otras formas de apoyo pueden ser increíblemente beneficiosos para abordar cuestiones emocionales y encontrar formas saludables de enfrentar los desafíos de la vida.