La adicción silenciosa que estamos ignorando
Cómo la pornografía y el contenido misógino están moldeando a una generación.
Si tienes hijos, sobrinos o alumnos, seguramente has notado algunos cambios en su comportamiento. Quizás pasan horas frente a la pantalla, consumiendo contenido que no puedes identificar del todo. Tal vez han comenzado a hacer comentarios despectivos sobre las mujeres, o a reírse de chistes que normalizan la violencia. Muestra signos de ansiedad o irritabilidad si no puede acceder a su teléfono o computadora. Puede que incluso su lenguaje hacia sus compañeras o hacia ti mismo se haya vuelto más agresivo o desafiante.
Lo que pocos adultos se preguntan es: ¿de dónde están aprendiendo esto?
La serie documental Adolescencia, recientemente estrenada en Netflix, pone el foco en una problemática que muchos adultos prefieren ignorar: los niños de 10 a los 13 años, están construyendo su visión sobre el sexo, el deseo y las relaciones a través de contenidos extremadamente violentos.
Los datos de la infografía elaborada por el Ministerio de Igualdad de España lo confirman:
El impacto de esta exposición temprana es profundo. Un estudio de la Universidad de Middlesex reveló que un tercio de los menores cree que lo que ven en el porno es una representación realista del sexo. Esto no es solo preocupante, es una bomba de tiempo en la construcción de la sexualidad y las relaciones afectivas de toda una generación.
Infantilización y negacionismo
Hace poco, una profesora me contó que niños de 12 años intentaron acceder a páginas pornográficas desde los ordenadores del colegio. El sistema bloqueó el acceso, pero las búsquedas quedaron registradas. Cuando se alertó a los padres, la reacción de muchos fue la misma: "Mi hijo no sabe nada de eso".
Pero sí saben. Y si no hablamos con ellos, seguirán aprendiendo por su cuenta. ¿Y quiénes los están educando?
La pornografía. Donde la violencia, la sumisión femenina y la ausencia de consentimiento son la norma.
Los youtubers misóginos, que trivializan el machismo y refuerzan ideas sexistas.
El silencio de los adultos, que deja un vacío educativo que la industria del porno y las redes sociales están llenando.
Cada vez que un padre dice "es demasiado pequeño para hablar de esto", pierde una oportunidad para explicarle qué es el consentimiento, qué es una relación sana y qué no es normal en el sexo.
Muchas personas creen que esto no les concierne. "No tengo hijos, no es mi problema", dicen. Pero sí lo es.
Porque los niños de hoy son los adultos de mañana. Son los potenciales agresores, parejas y compañeros de trabajo del futuro. Y si están aprendiendo a relacionarse desde el machismo y la violencia, ¿qué tipo de sociedad estamos criando?
Si hoy normalizan que el "no" de una mujer no significa nada, ¿qué pasará cuando sean adolescentes? Si su única referencia de sexualidad es un contenido donde las mujeres son objetos y el consentimiento es irrelevante, ¿qué tipo de relaciones construirán?
Cada vez que miramos hacia otro lado, estamos contribuyendo a que esto siga ocurriendo.
La educación sexual no es una opción, es una necesidad
La idea de que la educación sexual "incita a los niños al sexo" sigue muy presente en muchos hogares. Es un argumento absurdo y peligroso. Los estudios son claros:
Países con educación sexual integral desde la infancia tienen menores tasas de embarazos adolescentes y menos violencia de género (UNESCO, 2018).
Los niños educados en sexualidad aprenden a establecer límites y a identificar situaciones de abuso (OMS).
La educación sexual no hipersexualiza, sino que enseña a diferenciar lo que es real de lo que es ficción.
No tengo hijos, y sé que los padres hacen lo mejor que pueden. Pero negar la realidad no protege a los niños, los deja aún más expuestos.
La pregunta es: ¿vamos a seguir ignorando lo que realmente están viendo y aprendiendo, o vamos a educarlos antes de que el porno y los youtubers misóginos lo hagan por nosotros?