¿Un retroceso en los roles y dinámicas sociales?
¿Qué revela el regreso de líderes populistas y conservadores sobre las tensiones de género y la resistencia al cambio en la sociedad moderna?
La victoria de Trump en la escena política no es solo un evento electoral, sino un reflejo de fuerzas sociales que buscan resistir los cambios en las dinámicas de género, los roles tradicionales y la inclusión en la esfera pública. Su triunfo, al igual que el de otros líderes populistas y conservadores, nos invita a reflexionar sobre lo que realmente está ocurriendo en el inconsciente colectivo de nuestras sociedades. ¿Qué significa que un hombre con valores y retórica conservadores sea celebrado y aclamado en un momento en el que el mundo parece, en teoría, avanzar hacia la inclusión y la igualdad?
¿Por qué el triunfo de Trump resuena en la sociedad?

El triunfo de Trump y de otros líderes populistas revela un fenómeno psicológico y cultural en el que muchas personas prefieren la estabilidad y los problemas familiares a la incertidumbre del cambio. En filosofía, esta tendencia a preferir “el mal conocido” sobre “el bien por conocer” ha sido abordada desde distintas perspectivas. Filósofos como Thomas Hobbes argumentaron que los seres humanos, por naturaleza, buscan seguridad y orden. En su obra Leviatán, Hobbes describe cómo, en un estado de naturaleza sin autoridad, el ser humano vive en constante temor, y por ello, es capaz de sacrificar ciertas libertades para obtener paz y estabilidad. Así, se entiende que en tiempos de incertidumbre, las personas se sienten tentadas a abrazar figuras de autoridad que prometen un retorno al “orden”.
Este apego al conocido se observa también en la obra de Edmund Burke, el filósofo y político británico que defendía la tradición y los valores establecidos frente a las revoluciones. Para Burke, la estabilidad de la sociedad reside en la conservación de las estructuras tradicionales, aunque estas puedan no ser perfectas. En tiempos de cambios acelerados en los roles de género y las normas sociales, el triunfo de figuras como Trump refleja un retorno a estos valores tradicionales, donde la figura del “hombre fuerte” y de autoridad proporciona a sus seguidores una sensación de seguridad y familiaridad en un mundo que perciben como incierto.
Cuando el poder prefiere lo familiar al cambio
Este concepto de aferrarse al poder familiar se retrata bien en la serie Scandal. En la trama, vemos cómo el presidente Fitzgerald Grant y otros líderes poderosos en Washington DC prefieren mantener las estructuras tradicionales y el status quo, incluso cuando ello implica compromisos éticos y morales. La serie muestra cómo el poder y la seguridad personal de los personajes se afianzan en el control de un orden conocido y en el miedo al cambio radical. Olivia Pope, la protagonista, continuamente enfrenta los dilemas de romper con el sistema corrupto o adaptarse a él para proteger a sus clientes y, en ocasiones, su propia vida.
En un episodio clave, el personaje de Olivia debe decidir si rompe con las prácticas corruptas de la Casa Blanca o si colabora con ellas para evitar un escándalo que pondría en riesgo la estabilidad del país. A pesar de sus ideales de justicia, Olivia y sus aliados terminan muchas veces optando por el “mal conocido” —la corrupción y manipulación— en lugar de correr el riesgo de exponer la verdad. La serie sugiere que, para muchos, el orden que mantiene las estructuras tradicionales de poder es preferible al cambio radical, aun cuando esas estructuras sean problemáticas o incluso éticamente cuestionables.
Dinámicas de género y la retórica de la “Mujer Perfecta”
En su discurso, Trump a menudo apela a un arquetipo femenino tradicional. La “mujer ideal” es aquella que respalda a su esposo, que encarna la pureza y el recato y cuyo rol es apoyar y servir. Este modelo contrasta fuertemente con el feminismo contemporáneo, que promueve la autonomía, la independencia y la igualdad. En las victorias políticas de líderes como Trump, la retórica sugiere que las mujeres que “se salen de su rol” y exigen igualdad no solo son problemáticas, sino una de las causas del malestar social.
La ironía aquí es que, aunque muchas mujeres votan por líderes conservadores, al hacerlo están apoyando un discurso que limita sus derechos y su libertad. Esto puede explicarse por el fenómeno de la internalización de la opresión, en el cual los individuos que han sido socializados bajo normas restrictivas llegan a aceptarlas como deseables o naturales. En el caso de las mujeres que apoyan a Trump, esto significa una identificación con roles de género que no les reconocen plena autonomía, sino que les brindan una falsa sensación de seguridad dentro de las normas patriarcales.
Otro aspecto importante es el miedo al cambio que la ideología populista explota y refuerza. Trump y figuras similares canalizan la ansiedad que provoca el feminismo y los derechos civiles, ya que estos movimientos proponen una redefinición de las relaciones de poder que afectan directamente las estructuras patriarcales. Para muchos, el feminismo representa una amenaza porque no solo exige igualdad para las mujeres, sino que también cuestiona los privilegios masculinos que han estado en el centro de la sociedad.
Este sentimiento se intensifica con la crisis económica y los cambios en el empleo que afectan desproporcionadamente a hombres de la clase media y trabajadora. Para estos sectores, el feminismo y la inclusión no son vistos como movimientos de justicia social, sino como una competición por recursos y poder, lo que los lleva a buscar seguridad en líderes que prometen restaurar un orden social jerárquico, donde los roles de género están claros y los hombres vuelven a ocupar un rol central.
Una sociedad en conflicto: La "Crisis de la Masculinidad"
El ascenso de Trump también pone en evidencia lo que muchos sociólogos llaman la "crisis de la masculinidad". Las expectativas de lo que significa ser hombre se están transformando rápidamente, y no todos están preparados para esta transición. Él representa un modelo de masculinidad tradicional, asertiva, incluso agresiva, que rechaza abiertamente las normas de “corrección política” y los ideales de inclusión. Su imagen es una respuesta a un feminismo que desafía los valores patriarcales, convirtiéndose así en el "campeón" de una masculinidad que se siente atacada y necesita defenderse.
En este contexto, no es sorprendente que muchos hombres vean en él una figura que les permite rechazar las nuevas normas y reafirmar su identidad sin culpa ni crítica. Lo que parece una simple elección política, en realidad, está vinculado a una compleja relación de poder, identidad y género que subyace en la sociedad.
¿Qué dice esta victoria sobre nuestra sociedad?
Una resistencia generalizada a aceptar que la equidad de género, la diversidad y los derechos civiles son derechos fundamentales, y no amenazas. El apoyo a su figura pone en evidencia que todavía hay una gran cantidad de personas que ven estos avances como una "pérdida" de su identidad cultural, de su seguridad y de sus privilegios. Para ellos, el cambio es una crisis en lugar de una oportunidad de crecimiento.
Este fenómeno expone cómo los líderes populistas y conservadores, como Trump, actúan como espejos de una sociedad que aún no ha logrado reconciliar la inclusión con la tradición. Es una sociedad en la que la emancipación de las mujeres y de otros grupos minoritarios sigue siendo vista como algo "opcional", y donde el progreso en derechos humanos puede ser revertido en cualquier momento, dependiendo de quién tenga el poder.
Hasta que no abordemos y transformemos estas creencias en torno a los roles de género, el poder y el progreso, seguiremos viendo líderes que utilizan estas ansiedades para avanzar sus propias agendas y para perpetuar estructuras de poder que limitan a quienes desafían la norma.
El verdadero cambio solo ocurrirá cuando como sociedad aceptemos que la inclusión no es una amenaza, sino una mejora para todos.