Los hombres no aman a las mujeres
Si el título de este boletín te pareció sorprendente, quizá sea porque desconozcas el análisis que hizo Marilyn Frye, estudiosa en el campo del sexismo, en su libro “Politics of Reality: Essays on Feminist Theory” cuando concluyó que los hombres heterosexuales dedican amor a otros hombres y que mirar a las mujeres es solo sexual.
En palabras de Marylin:
Decir que un hombre es heterosexual implica únicamente que tiene relaciones sexuales exclusivamente con el sexo opuesto, es decir, mujeres. Todo o casi todo lo que concierne al amor, la mayoría de los hombres heterosexuales lo reservan exclusivamente para otros hombres. Las personas a las que admiran, respetan, adoran, reverencian, a las que honran, imitan, idolatran y con las que forman vínculos profundos, a las que están dispuestos a enseñar y de las que están dispuestos a aprender, y cuyo respeto, admiración, reconocimiento, honor, reverencia y el amor que desean, estos son, abrumadoramente, otros hombres. En su trato con las mujeres, lo que pasa por respeto es bondad, generosidad o paternalismo, lo que pasa por honor es la remoción del pedestal. De las mujeres quieren devoción, servicio y sexo.
¿Ahora tiene sentido el discurso de que los hombres están más unidos que las mujeres?
Es importante señalar que generalizar comportamientos y actitudes de todo un género puede ser bastante problemático. Y en este texto el estereotipo que abordaremos es acerca de que los hombres se comportan de manera diferente con sus amigos y sus parejas, recordemos que cada individuo es único y tiene sus propios matices de comportamiento.
Dicho esto, ¿cuántas veces presenciaste un hombre con sus amigos actuaren de forma libre, hablando de todo, riéndose a carcajadas? Si eres hombre y estás leyendo este texto, mi pregunta es: ¿ya actuaste de manera contraria a esta estando con su novia o esposa, preocupándose más por su teléfono?
Mi punto es, generalmente, los hombres pasan la noche con amigos sin ver el tiempo y cuando están con sus parejas quieren irse a casa enseguida porque ''estoy cansado'', ''es aburrido'', ''tengo una cita mañana''.
¿Cuántas veces presenciaste hombres riéndose de las mujeres en el tráfico y elogiando a los amigos imprudentes que van demasiado rápido?
¿Crucificando a las mujeres por traición y acogiendo a otros hombres en la misma situación?
Algunos hombres llegan a tratar las mujeres como propiedad, controlando su cabello, ropa, palabras, modales, amistades, vida. Para Frye no hay dudas:
La historia no deja dudas de que los hombres nos confinaron en sus propiedades el mayor tiempo posible. Nos impedían votar y ser votadas, estudiar, practicar ciertos deportes, trabajar, tener un salario digno, conducir y aún hoy intentan impedir que tengamos autonomía sobre nuestros cuerpos.
Y antes de que digan que estoy siendo misógina: No estoy generalizando, la cuestión son los puntos de convergencia que, como mujer, he percibido en varios hombres a mi alrededor.
No odio a los hombres, incluso tengo hasta amigos que son (risos).
Mi propuesta aquí es traer una reflexión que permita una deconstrucción.
Los hombres a menudo son privados de herramientas que le permitan lidiar con sus propios sentimientos y emociones para reproducir una clase de masculinidad que no deje dudas sobre su sexualidad.
¿Por qué cuestionar la sexualidad de un hombre cis y heterosexual es más incómodo que cuestionar su carácter?
Según un estudio, este comportamiento es aprendido y proviene del núcleo familiar. Uno de los primeros artículos sobre el tema de la correlación entre orientación sexual y ámbito cognitivo es el de López, F. [Acquisition of sex role and gender identity: The function of the family], quien presenta una investigación acerca del proceso de adquisición de la identidad y el rol sexual, incorporando algunos factores que condicionan esta evolución.
Según el artículo de López, este proceso se resume así:
1. El niño hace un juicio simple y básico de su identidad sexual: (soy niño) o (soy una niña).
2. Organiza sus actitudes sexuales a partir de ese juicio: tiende a dar valor positivo a lo referido a su propio sexo.
3. Así se generaría también la identificación. Soy como mi (padre) o mi (madre). Aunque este juicio cognitivo lo hace el niño en el segundo o tercer año de vida, la conservación de la identidad de género no tendría lugar hasta los 6 / 7 años (cuando adquiere el resto de las conservaciones).
O sea, los roles sexuales reproducen de forma particularmente directa la situación del núcleo familiar y no tiene nada que ver con la orientación sexual del individuo, aunque este comportamiento tenga como nombre: heterosexualidad institucionalizada.
La cuestión es ¿qué estereotipos de género como sociedad estamos ayudando a perpetuar?
Los hombres no solo son privilegiados sobre las mujeres, sino que son responsables de su sometimiento y se benefician directamente de ello. El mantenimiento de esta relación de poder se basa, además del sistema de género, en la heterosexualidad y la maternidad obligatoria, en la industria del sexo (prostitución y pornografía), en la explotación del trabajo doméstico, en la pederastia, en la violación como forma de arma de guerra, entre otros. El sistema de género hace que las mujeres sean tan dóciles al patriarcado, a través de una herramienta llamada socialización.
Volvamos al punto de inicio, Frye argumenta que la forma en que los hombres heterosexuales miran a las mujeres es fundamentalmente sexual y objetificadora, y que la sociedad ha normalizado esta mirada como algo natural y deseable. Esto no solo reduce a las mujeres a objetos sexuales, sino que también contribuye a la perpetuación de la desigualdad de género y la opresión patriarcal.
La reflexión que os dejo es:
El amor que los hombres heterosexuales sienten hacia otros hombres puede ser profundo y afectivo, pero a menudo está limitado por la homofobia y la presión social para actuar de manera masculina y heterosexual. Sin embargo, ¿cuántos hombres direccionan esta misma clase amor, que carga profunda admiración y respeto hacia las mujeres?
La cultura heterosexual masculina es homo afectiva; ella cultiva el amor por los hombres.