Más que simple pereza: Por qué aplazamos las tareas
La procrastinación tiene raíces psicológicas y culturales. Descubre por qué sucede y cómo empezar a superarla.
Todos hemos estado allí: la pila de cosas por hacer aumenta, pero nos encontramos viendo series, navegando en redes sociales o incluso limpiando la casa con tal de evitar lo inevitable. Pagar impuestos, preparar una presentación o incluso ordenar un armario se convierten en tareas que empujamos al "después". Pero, ¿por qué procrastinamos? ¿Es una simple cuestión de falta de voluntad o hay algo más profundo detrás de este fenómeno tan común?
Un estudio reciente de la Universidad Estatal de Ohio, liderado por los psicólogos Russell Fazio y Javier Granados Samayoa, arroja luz sobre la procrastinación, no como una debilidad personal, sino como el resultado de un sesgo psicológico llamado "ponderación de la valencia". Este sesgo explica cómo nuestras percepciones negativas o positivas influyen en nuestra inclinación a aplazar tareas, y cómo una mentalidad más neutral podría ayudarnos a combatir este hábito.
Procrastinación: Una cuestión de actitud y sesgos
El "sesgo de ponderación de la valencia" es un término elegante que describe cómo nuestras actitudes —ya sean positivas o negativas— afectan nuestras decisiones. Según los investigadores, quienes tienden a centrarse en los aspectos negativos de una tarea son más propensos a procrastinar. Por ejemplo, enfrentarse a la declaración de impuestos puede parecer abrumador y tedioso, lo que lleva a postergarla en favor de actividades más agradables pero menos urgentes.
Sin embargo, este comportamiento no es solo una cuestión individual; tiene profundas raíces sociales y culturales. En sociedades donde se prioriza la productividad y el logro constante, la procrastinación no solo se ve como una "falla" personal, sino como un reflejo de nuestras tensiones culturales entre el trabajo y el placer.
Desde una perspectiva antropológica, la procrastinación es también un producto de los valores y estructuras de las sociedades modernas. En culturas que glorifican el hiperproductivismo, como muchas occidentales, el tiempo está mercantilizado; se mide en términos de resultados y éxito tangible. Esta presión constante genera ansiedad sobre cómo utilizamos nuestro tiempo, lo que a menudo refuerza la procrastinación como un mecanismo de defensa emocional.
En contraste, culturas menos orientadas al tiempo lineal, como muchas sociedades tradicionales, tienden a concebir las tareas y los compromisos de manera más flexible. Allí, las prioridades suelen alinearse con el ritmo de la vida comunitaria y las estaciones, en lugar de plazos rígidos. Este contraste nos muestra que la procrastinación, tal como la entendemos hoy, es en gran parte un fenómeno moldeado por las expectativas modernas de eficiencia.
¿Cómo podemos romper el ciclo?
El estudio de Fazio y Granados Samayoa no solo identifica las causas de la procrastinación, sino que ofrece estrategias prácticas para combatirla:
Cambia tu percepción hacia la neutralidad.
El estudio demostró que equilibrar nuestras percepciones negativas y positivas sobre una tarea puede ayudarnos a abordarla más rápido. Por ejemplo, en lugar de pensar "Odio hacer esto", intenta reformularlo como "Es necesario y no tomará tanto tiempo".Motivación como antídoto.
La investigación destaca que aumentar la motivación puede reducir el impacto del sesgo negativo. Esto puede lograrse estableciendo recompensas personales al completar una tarea o recordándote a ti mismo los beneficios a largo plazo de hacerla ahora.Hazlo más pequeño.
Dividir una tarea grande en pasos pequeños y manejables puede reducir la ansiedad asociada con ella. Esto disminuye la percepción de que la tarea es abrumadora y aumenta la probabilidad de comenzar.Conéctalo con algo positivo.
Añadir elementos agradables a una tarea tediosa —como escuchar música mientras limpias o trabajar en un lugar agradable— puede cambiar la forma en que percibes la experiencia.
Procrastinamos porque somos humanos
Más allá de los sesgos psicológicos o las presiones culturales, la procrastinación es un recordatorio de nuestra humanidad. Vivimos en un constante tira y afloja entre nuestras obligaciones y nuestros deseos de placer inmediato. Si bien no podemos evitar que la procrastinación toque a nuestra puerta, podemos aprender a gestionarla sin culparnos ni castigarnos.
Al final, lo importante no es solo cumplir con las tareas, sino encontrar un equilibrio entre nuestras responsabilidades y la manera en que queremos vivir nuestra vida. La clave está en conocernos, cambiar nuestra perspectiva y, sobre todo, ser compasivos con nosotros mismos en el proceso.