Oscureciendo los echos
Cómo los medios “informan” dependiendo del color de piel o del pasaporte y por qué deberíamos estar más atentos.
Cuando me formé como periodista en Brasil, lo primero que me enseñaron fue algo que muchos medios aún niegan: no existe periodismo imparcial.
Todo lo que aparece, y lo que no aparece, en un titular, una portada o un noticiario, es una decisión política. Elegir qué palabras usar, a quién dar voz, qué imágenes mostrar… eso define percepciones, crea estereotipos y, muchas veces, legitima prejuicios.
Y eso es exactamente lo que está pasando con la forma en que la prensa trata los delitos cometidos por personas migrantes en España.
Cuando el delito es “migrante”
El tratamiento mediático de ciertos crímenes cambia radicalmente cuando el autor no es blanco o no nació aquí. Tomemos como ejemplo estos dos titulares reales en medios españoles:
En el primero, la nacionalidad aparece en el titular, reforzando la idea de que el crimen está relacionado con su origen. En el segundo, se diluye. No hay mención a su nacionalidad, ni a su nombre. “Joven de Alicante” suena casi inocuo, como si fuera un hecho aislado, casi comprensible.
Esto no es nuevo. En Brasil, pasa exactamente lo mismo:
“Negro muere en una acción policial en Río de Janeiro”
“Joven muere en un enfrentamiento con la policía”
Cuando la víctima es negra, se asume automáticamente una culpabilidad. Cuando es blanca o de clase media, se habla de tragedia o accidente.
¿Y en Europa?
En Alemania, los medios públicos como ARD y ZDF tienen una política editorial clara: no mencionar la nacionalidad del autor de un delito, a menos que sea relevante para entender el contexto del hecho. Esta regla busca evitar el refuerzo de estereotipos negativos hacia personas extranjeras.
Sin embargo, varios análisis de contenido han demostrado que, en la práctica, esta norma se aplica de forma desigual. Según un estudio del Instituto de Medios y Comunicación de la Universidad de Hamburgo (2020), los delitos cometidos por personas extranjeras tienden a ocupar más espacio en portadas y ser tratados con mayor detalle que los cometidos por ciudadanos alemanes.
De hecho, algunos informes de la prensa alemana como Der Spiegel y Süddeutsche Zeitung han documentado cómo la presión de la agenda política y la competencia con medios sensacionalistas hacen que se mencione la nacionalidad, incluso cuando no es pertinente.
En paralelo, un análisis de Neue Deutsche Medienmacherinnen, una organización alemana que promueve la diversidad en medios, advierte que mencionar la nacionalidad solo en ciertos casos contribuye a la percepción de que "la criminalidad tiene rostro extranjero", aunque las estadísticas oficiales no respalden esa relación.
En España, no existe una política explícita en los principales medios sobre cuándo debe mencionarse la nacionalidad, lo que deja el tratamiento al criterio editorial. El resultado es evidente: cuando el sospechoso es extranjero, especialmente si es marroquí, argelino o venezolano, la nacionalidad aparece en el titular, en negrita, como anzuelo informativo. Pero si es español, se omite. Se usa “joven”, “hombre de Alicante” o incluso “vecino del barrio”.
Este sesgo selectivo no responde a criterios informativos, sino narrativos. Refuerza un relato del "otro peligroso", útil para discursos xenófobos y políticas de endurecimiento migratorio.
El problema no es solo lo que se dice. Es también lo que se omite. Porque la invisibilización de ciertos autores y la hiperexposición de otros crea una realidad distorsionada, que siembra miedo, alimenta prejuicios y blanquea responsabilidades estructurales. La construcción del miedo, del “nosotros contra ellos”, sigue siendo una narrativa rentable y peligrosa.
¿Y si empezamos a mirar distinto?
Preguntémonos:
¿Qué pasaría si todos los titulares incluyeran la clase social, la raza o la orientación sexual del agresor?
¿Por qué solo algunas identidades parecen ser “noticia”?
¿Qué tipo de sociedad estamos alimentando con este enfoque mediático?
No se trata de ocultar la verdad. Se trata de mostrarla con responsabilidad. De dejar de criminalizar cuerpos, culturas y acentos por sistema.
Como periodista, no busco la neutralidad imposible. Pero sí creo en la ética, en la mirada crítica y en el deber de no oscurecer los hechos, sino iluminarlos con contexto, datos y humanidad.
¿Te gustó este contenido? Ayuda a que este mensaje llegue más lejos.
Compártelo con quien creas que también necesita cuestionar cómo se cuentan (y se ocultan) las historias.