¿Tu marca favorita tiene un color?
Hoy hablamos de color. Pero no de la "tendencia cromática" del momento, sino del uso estratégico del color en el branding como una herramienta de diferenciación e identidad.
En una época en la que las marcas de lujo compiten ferozmente para destacar en un mercado saturado y con un consumo en desaceleración, los colores han emergido como un poderoso ingrediente para esa distinción y, en consecuencia, para construir una firma icónica. El objetivo es que una marca sea reconocida por un tono específico, sin necesidad de un logotipo ni otros elementos visuales.
Un gran ejemplo de esta estrategia es el trabajo del director creativo Daniel Lee durante su tiempo en Bottega Veneta. No solo revitalizó la clásica marca italiana, sino que la catapultó al centro de atención con un estatus de hype nunca antes alcanzado. ¿Una de sus jugadas maestras? Adoptar un tono verde vibrante en la identidad visual de la marca, rápidamente apodado en las redes como "verde Bottega". Aunque Lee no inventó esta fórmula, fue uno de los pocos en lograr la hazaña de hacer que una marca se volviera pop al asociarla con un color.
Por otro lado, Sabato De Sarno ha seguido una estrategia similar con el tono rojo-vino, apodado "Ancora", que domina sus dos primeras colecciones y se extiende a toda la comunicación de la marca: desde los accesorios y las invitaciones, hasta la decoración de eventos y los detalles en las tiendas y vallas publicitarias. En este contexto, las marcas de lujo buscan desesperadamente diferenciarse en un mercado repleto de opciones, y los colores se han convertido en un recurso esencial para lograr esa distinción y, por ende, consolidar una firma reconocida.
Esta estrategia no es nueva. En 1845, el fundador de Tiffany’s eligió el entonces poco convencional tono turquesa para teñir las codiciadas cajas de la joyería. Hoy en día, es difícil no asociar ese color con la marca.
Hermès, por su parte, utilizó cajas blancas y una identidad visual muy pulcra hasta la Primera Guerra Mundial. Todo cambió con la recesión: en medio de la crisis, el único color disponible era el naranja terroso, y la entonces empresa familiar vio en él una nueva oportunidad para dejar su huella. Desde entonces, el "naranja-Hermès" ha alcanzado un estatus de lujo, a pesar de que originalmente no fuera un tono especialmente deseado.
Las connotaciones psicológicas de los colores y su simbolismo cultural tienen una larga historia, pero fue solo en los últimos cien años que se comenzó a investigar sus implicaciones inconscientes en las mentes de los consumidores. En la década de 1950, teóricos como Faber Birren surgieron como consultores, asesorando a empresas como Dupont y General Motors sobre la elección de colores para evocar emociones en los clientes potenciales.
Hoy en día, la elección del color es mucho más que una simple decisión estética. Los colores representan un punto crucial para la diferenciación, la firma y, en consecuencia, el estatus. Al igual que las tipografías sin serifas, se han convertido en un mecanismo de branding para actualizar o asegurar el poder de las marcas más allá de sus nombres.