¿Una solución digital al abandono emocional?
La startup Closure ofrece conversaciones con una IA que simula a tu ex para ayudarte a superar el ghosting. Pero, ¿puede la inteligencia artificial sustituir el calor humano?
¿Estamos tan solos que necesitamos que una máquina nos diga lo que alguien fue incapaz de decirnos?
Cuando leí que una startup había creado un chatbot que simula a tu ex para ayudarte a superar el ghosting, sentí una mezcla entre escalofrío y ternura. La plataforma se llama Closure y permite que, tras ser abandonado sin explicación, hables con una inteligencia artificial que responde “como si fuera esa persona” para ayudarte a procesar el duelo.
Sí, lo has leído bien: alguien ha programado una IA para darte explicaciones que tu ex jamás se atrevió a darte. La idea me pareció tan posmoderna como desesperadamente humana.
Vivimos en un mundo hiperconectado, pero nunca hemos estado tan solos.
Y cuando una relación termina con un portazo virtual, sin avisos ni palabras, no duele solo la pérdida: duele la ausencia de sentido. El “¿por qué?”, que no llega. El mensaje que no aparece. El silencio que te obliga a imaginar todos los finales posibles.
Y entonces aparece una app como Closure, que te ofrece una solución sencilla: “Habla con este bot. Él te dará lo que la realidad te negó”.
¿Es útil? Puede.
¿Es triste? También.
Pero, sobre todo, plantea una pregunta más profunda:
¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo si necesitamos que una máquina finja ser alguien que no tuvo el valor de enfrentarnos?
Una necesidad tan antigua como el ser humano
No es nuevo esto de necesitar explicaciones. La necesidad de conexión social es tan biológica como comer o dormir.
El psicólogo John Bowlby ya lo decía en los años 50 con su teoría del apego: desde que nacemos, buscamos vínculos estables que nos den seguridad. Cuando esos vínculos se rompen sin cierre, entramos en una especie de limbo emocional.
Estudios modernos, como los de Julianne Holt-Lunstad (Brigham Young University), han demostrado que la soledad crónica puede ser tan dañina para la salud como fumar 15 cigarrillos al día.
Y en ese vacío emocional, la tecnología ha llegado a ofrecer sustitutos imperfectos: asistentes virtuales, apps de terapia, chats con IA… y ahora, bots que imitan a tus exparejas.
¿Estamos sustituyendo lo humano?
El famoso efecto ELIZA (llamado así por el primer chatbot terapéutico creado en los años 60) explica cómo las personas tienden a proyectar emociones y significados en interacciones con máquinas, aunque sepan que no son reales. Nos autoengañamos. Porque el deseo de ser escuchados es más fuerte que el escepticismo.
Pero... ¿A qué precio?
La socióloga Sherry Turkle, autora de Alone Together, ya advertía hace años que cuanto más nos “acompañan” los robots, más debilitamos nuestras habilidades para estar realmente con otros.
Nos volvemos cómodos, pero menos humanos. Nos sentimos acompañados, pero seguimos solos.
No culpo a quien quiera hablar con una IA que le diga lo que no pudo escuchar en la vida real. Hay algo profundamente compasivo en intentar cerrar un duelo, incluso con ayuda artificial.
Pero me preocupa la deriva.
Porque si ya usamos filtros para vernos mejor, si ya pedimos comida sin hablar con nadie, si ya lloramos frente a una pantalla… ¿Ahora también vamos a aprender a amar, perder y sanar en simulación?
Nada sustituye una caricia
Cierro esta reflexión con algo que me repito cada vez que la tecnología me deslumbra con soluciones emocionales:
Una pantalla puede entretenerte, una IA puede simularte, pero solo otro ser humano puede tocarte de verdad.
Una caricia, una mirada sincera, un “lo siento” que tiemble en la voz...
Eso, por ahora, no hay chatbot que lo simule.
Y espero que nunca lo haya.