Incels: El odio disfrazado de soledad
¿Por qué hay hombres que convierten la frustración en violencia contra las mujeres?
La primera vez que escuché el término incel fue viendo la serie de Netflix Adolescencia. Uno de los personajes lo mencionaba en un contexto inquietante, junto con el emoji 🥴 —sí, ese que parece incómodo o avergonzado, y que en algunos foros se utiliza como una especie de “bandera” incel. Me llamó la atención, así que decidí investigar más. Y lo que encontré fue, sinceramente, alarmante.
¿Qué significa "incel"?
"Incel" es la abreviatura de involuntary celibate (célibe involuntario). El término surgió en los años 90, curiosamente, de una mujer canadiense llamada Alana, que creó un foro de apoyo para personas (hombres y mujeres) que se sentían rechazadas sexual y románticamente. El objetivo era compartir experiencias y sentirse menos solas. Pero lo que comenzó como un espacio de empatía, con el paso del tiempo y las transformaciones del internet, se convirtió en algo completamente diferente.
Hoy, el término incel se asocia principalmente a una subcultura online formada por hombres heterosexuales que se sienten rechazados por las mujeres y que, en lugar de buscar ayuda o comprensión, canalizan esa frustración hacia el odio, el resentimiento y, en casos extremos, la violencia.
¿Por qué es tan preocupante?
Porque detrás de la fachada de la frustración sexual, muchos incels esconden una ideología misógina profundamente peligrosa. En algunos de sus foros (como ciertos subreddits o páginas oscuras de 4chan), se glorifica a hombres que han cometido atentados o asesinatos motivados por su odio a las mujeres. Elliot Rodger, por ejemplo, quien mató a seis personas en California en 2014, es considerado un “mártir” dentro de esta comunidad.
Similitudes con el movimiento Red Pill
El movimiento Red Pill, inspirado en la famosa escena de Matrix, promueve la idea de que los hombres deben “despertar” a una supuesta verdad: que las mujeres solo se sienten atraídas por hombres dominantes y que el feminismo ha destruido la verdadera masculinidad. Esta ideología se mezcla con los incels en su rechazo al empoderamiento femenino y en su obsesión con los roles de género rígidos.
Ambos movimientos comparten la visión de que las mujeres son responsables de los fracasos emocionales o sexuales de los hombres, y ambos utilizan el lenguaje de la autoayuda y la “superación” para esconder mensajes de control, dominación y odio.
El trasfondo psicológico
Hay algo que no podemos ignorar en todo esto y que la psicología ayuda a explicar. Muchos de estos jóvenes (porque sí, la mayoría son hombres jóvenes) arrastran experiencias de inseguridad, aislamiento social, baja autoestima o carencia afectiva. En lugar de encontrar contención emocional o terapia, encuentran una comunidad que valida su dolor… pero lo transforma en rabia.
Lo más preocupante es que el discurso incel no ocurre solo en foros cerrados. Se filtra en memes, en comentarios aparentemente inofensivos, en discursos políticos y en dinámicas sociales donde se ridiculiza el consentimiento, se objetiviza a las mujeres o se alimentan estereotipos tóxicos.
Para mí todo esto se trata de la crisis del modelo tradicional de masculinidad. Durante años, a muchos hombres se les ha enseñado que su valor depende de su éxito con las mujeres, su poder económico y su capacidad de control. En un mundo donde las mujeres ganan autonomía y los modelos afectivos cambian, algunos hombres se sienten “desplazados” y sin herramientas para entender o navegar esos cambios.
En lugar de adaptarse, algunos eligen la trinchera: el resentimiento. Pero lo que comienza como una herida emocional no atendida puede convertirse en un discurso peligroso. Y cuando eso se alimenta en comunidad, los efectos se amplifican.
No se trata de señalar con el dedo o ridiculizar a quienes se sienten solos o rechazados. La empatía y la educación emocional son fundamentales. Necesitamos espacios donde los hombres puedan hablar de sus emociones, trabajar su autoestima y aprender a relacionarse desde el respeto y la equidad. Pero también debemos estar alerta: el odio no puede ser tolerado bajo ningún disfraz, ni siquiera el de la vulnerabilidad.
Porque sí, hay hombres que odian a las mujeres. Pero no nacen así. Lo aprenden. Y el cambio empieza cuando dejamos de callar y empezamos a hablar, incluso de los temas incómodos.