¿Y si las IA fueran hombres?
Tecnología sin mujeres es tecnología sin futuro: por qué necesitamos más diversidad en la creación de inteligencia artificial.
Imagina que todas las decisiones importantes sobre cómo debe comportarse la tecnología —qué considerar "normal", "correcto" o "peligroso"— fueran tomadas por un grupo de solo hombres. No es una distopía. Es la realidad.
Hoy, las inteligencias artificiales que nos recomiendan películas, detectan enfermedades, seleccionan CVs y hasta redactan respuestas en chats están siendo moldeadas, mayoritariamente, por hombres. Porque quienes las diseñan, programan y entrenan siguen siendo, en su mayoría, hombres. Y no cualquier tipo de hombres: hablamos de una élite homogénea, muchas veces con visiones extremistas del mundo, que está modelando el futuro sin que apenas nos demos cuenta.
¿Y qué ocurre cuando solo un tipo de persona crea las tecnologías que luego usamos todos? Que los sesgos, estereotipos y prejuicios se replican —y amplifican— en los algoritmos. La IA aprende del contenido que generamos y de quién la programa. Si no hay diversidad en los equipos que la desarrollan, ¿cómo va a ofrecer una mirada plural?
Un estudio del Alan Turing Institute encontró que los sistemas de IA muestran un sesgo de género significativo en tareas de reconocimiento facial y en asistentes virtuales, donde las voces femeninas se usan mayoritariamente en roles serviciales, perpetuando estereotipos. Y no es casualidad. En 2023, solo el 22% de los profesionales de IA eran mujeres, según datos del World Economic Forum.
"La idea es que nos diversifiquemos tanto en género como en raza, ya que cualquier diversidad siempre es bienvenida.", dijo Heloisy Rodrigues, la primera mujer en Brasil en graduarse en Inteligencia Artificial.
Pero algo está cambiando. Mujeres líderes están desafiando esta hegemonía. Como Alyssa Henry, ex-CEO de Square, o Joy Buolamwini, fundadora de la Algorithmic Justice League, que lucha contra el sesgo algorítmico. Herramientas como Zindi, una plataforma africana de ciencia de datos, o AI for Good, están promoviendo la participación diversa en el desarrollo de tecnologías éticas. ¿Y por qué los medios no hablan más de estas iniciativas?
¿Y qué pasa cuando no hay mujeres creando estas tecnologías?
Lo que pasa es que la IA aprende desde un único ángulo. Aprende que el liderazgo tiene voz de hombre. Que las mujeres deben ser representadas en roles pasivos o hipersexualizados. Que lo emocional es menos válido que lo racional. Que la salud femenina es menos prioritaria. Que la violencia de género no es un tema urgente.
Lo vemos en los datos del estudio de Think Eva: solo el 26% de las empresas latinoamericanas tienen programas para atraer y retener talento femenino en tecnología. Y mientras tanto, el 78% de los líderes en TI ya prevén que los sesgos en la IA se intensificarán.
Y también lo vemos en la vida real: la ingeniera de software Ibtihaal Aboussad fue despedida tras protestar por el uso de IA con fines militares durante un evento de Microsoft. Su acto fue catalogado como “hostil” e “inapropiado”.
¿De verdad es inapropiado pedir que la IA no se use para fines bélicos?
¿Por qué las mujeres no invierten más en tecnología?
Porque el sistema no se los permite. Porque la visibilidad de sus proyectos es mínima. Porque las inversiones se van a fundadores hombres, blancos, jóvenes. Porque, como bien denuncian iniciativas como DeepSeek, muchas desarrolladoras tienen que dedicar su energía no solo a innovar, sino a defenderse del machismo, el acoso y el silenciamiento.
Y, sin embargo, ellas están ahí. Creando IAs para la salud, la sostenibilidad, la seguridad digital. Luchando contra los deepfakes sexuales y la cultura de la violación.
Hace unas semanas, la CEO de Bluesky se volvió viral por una camiseta donde se burlaba del estilo de liderazgo de Mark Zuckerberg. Una broma visual, sí, pero cargada de un mensaje: no podemos seguir dejando que las mismas caras de siempre controlen las reglas del juego tecnológico.

En una foto viral del mundillo tech se ve a Jeff Bezos, Elon Musk y otros titanes del sector. ¿Dónde están las mujeres? ¿Dónde están las personas racializadas? ¿Dónde están quienes viven realidades diferentes, con problemas reales y urgentes?
Una frase que se repite como mantra en muchos eventos tech es: “Faltan mujeres inversoras, faltan fundadoras, faltan mujeres en IA”. Pero ¿realmente faltan, o simplemente no están siendo vistas, financiadas ni celebradas?
La narrativa de que las mujeres no invierten en tecnología es peligrosa, porque invisibiliza las barreras estructurales que históricamente las han dejado fuera del juego.
📌 Problema 1: Menos capital para emprendedoras
En América Latina, solo el 0,4% del capital de riesgo va a proyectos liderados exclusivamente por mujeres (según el informe “Beyond Borders” de Endeavor y Glisco Partners). No es que no haya ideas, es que los fondos no las respaldan.
Los inversores —en su mayoría hombres— tienden a apoyar proyectos que se parecen a los suyos, que nacen de sus propias redes de contactos, que responden a sus intereses. Y cuando una mujer aparece con una propuesta innovadora en salud femenina, seguridad digital o educación, el pitch suele acabar en un "no es escalable" o "no es prioridad ahora".
📌 Problema 2: Medios que no cuentan estas historias
Los medios de comunicación también juegan su parte: ¿cuántas veces vemos a una mujer en la portada de una revista de tecnología, o en una entrevista sobre innovación en IA?
Mientras se hacen perfiles recurrentes de Elon Musk, Jeff Bezos o Sam Altman, ¿cuántas conocen a Joy Buolamwini, la investigadora que demostró cómo los sistemas de reconocimiento facial fallaban sistemáticamente con rostros negros y femeninos?
O a Timnit Gebru, despedida de Google tras denunciar los sesgos éticos en los algoritmos. O a Ibtihaal Aboussad, de quien hablamos antes, que fue silenciada por denunciar el uso militar de la IA. Estas mujeres existen, están actuando, pero no tienen micrófono.
📌 Problema 3: Sesgos sobre lo que “es” tecnología
Otro obstáculo es la definición estrecha de qué se considera "tecnología de verdad". Cuando las mujeres innovan en campos como la salud menstrual, la detección de violencia, el bienestar digital o el acompañamiento emocional mediante IA, muchas veces sus proyectos son desestimados por no ser “disruptivos” o “techie” suficiente.
La tecnología liderada por mujeres suele estar al servicio de lo humano. ¿Y eso es malo? Todo lo contrario. Pero en un sistema que premia la escalabilidad por encima del impacto social, eso no cotiza alto.
En vez de seguir repitiendo que "las mujeres no invierten", deberíamos preguntarnos por qué el ecosistema les cierra las puertas. Por qué se duda de su capacidad, por qué no llegan a rondas serie A, por qué no aparecen como referentes.
La inflexión llega cuando entendemos que la inteligencia artificial no es neutra. Que las herramientas que hoy deciden a quién entrevistar, qué medicamentos priorizar o qué publicidad mostrar no están fuera del sistema social: lo reflejan, lo replican, lo amplifican.
Si no cambiamos quién está en la mesa de decisiones, la IA seguirá escribiendo el mundo con una única perspectiva: masculina, blanca, privilegiada y —cada vez más— ideologizada.
¿Y si empezamos a exigir otra narrativa?
No se trata de que las mujeres sean “mejores” desarrollando tecnología. Se trata de que sin ellas, la IA seguirá siendo una extensión del sesgo histórico que tanto daño ha hecho. Se trata de que más mujeres, personas no binarias, racializadas y de contextos diversos tengan acceso a decidir cómo queremos que sea la tecnología que nos acompaña todos los días.
Porque sí: la IA ya está en nuestras vidas. En las sugerencias de series, en el GPS que usamos. Y si no ponemos atención a quién está detrás de esas decisiones, estaremos aceptando sin cuestionar una inteligencia artificialmente limitada.
¿Y si la próxima vez que alguien diga “no hay mujeres en tecnología”, le respondemos con otra pregunta?
¿Qué estás haciendo tú para que se vean, se escuchen y se financien?
Créditos: Este artículo se inspira en los testimonios y datos de creadoras como Heloisy Rodrigues, Luo Fuli, Ibtihaal Aboussad y diversas iniciativas que buscan visibilizar el sesgo de género en la tecnología. Gracias por abrir camino.