El 'sí viciado': Cuando el consentimiento no es consentimiento
Reflexionemos sobre las dinámicas de poder y coerción detrás de un consentimiento viciado.
El consentimiento, en su esencia, debería ser claro, libre y genuino. Sin embargo, hay contextos en los que un "sí" no significa realmente que la otra persona esté dispuesta de manera voluntaria. Este es el caso del "sí viciado", una realidad que afecta especialmente a mujeres en situaciones de desigualdad extrema, como las trabajadoras sexuales.
Cuando hablamos de consentimiento en el trabajo sexual, por ejemplo, muchas veces ignoramos las condiciones que rodean ese "sí". Las profesionales del sexo no son una excepción al derecho básico de decidir libremente sobre sus cuerpos, pero las circunstancias de coerción, necesidad económica o amenazas explícitas distorsionan completamente el concepto de consentimiento.
El fenómeno del "sí viciado" no solo se limita al acto en sí, sino que también nos invita a analizar la mentalidad de quienes buscan profesionales del sexo en condiciones de vulnerabilidad. ¿Qué ocurre en la mente de estos hombres que ignoran, o eligen ignorar, las circunstancias detrás del "sí"? ¿Y por qué tantas veces las propias mujeres perpetúan la falta de empatía hacia quienes viven esta realidad?
El consentimiento bajo coacción no es consentimiento
Un "sí" obtenido bajo presión, miedo o dependencia económica no es un consentimiento válido. Es una transacción impuesta por un sistema que vulnera la libertad personal. En el caso de las trabajadoras sexuales, la sociedad tiende a asumir que, al aceptar un intercambio por dinero, están de acuerdo con todo lo que sucede. Sin embargo, un sí basado en la supervivencia o en el miedo no elimina la posibilidad de violación.
Cuando la supervivencia depende de decir "sí", ¿realmente hay libertad de elección?
Muchas mujeres en la industria del sexo no denuncian violaciones o abusos porque el sistema las ve como culpables, no como víctimas. Este estigma perpetúa un ciclo donde el abuso no tiene consecuencias para los agresores. Aceptar una transacción sexual no significa que una mujer consienta cualquier acto que ocurra. Los límites existen, y cruzarlos es un acto de violencia.
La mente del cliente: Poder, control y deshumanización
Muchos hombres que recurren a trabajadoras sexuales en condiciones precarias lo hacen no solo por deseo, sino por la necesidad de reafirmar su poder. El acto de pagar crea una dinámica desigual en la que sienten control absoluto. Este control no solo es sobre el cuerpo de la otra persona, sino sobre su capacidad de decisión.
Para justificar el uso de un "sí viciado", es común que el cliente despersonalice a la trabajadora sexual. En lugar de verla como una persona con emociones, historia y límites, la reduce a un objeto de satisfacción. Esta deshumanización es un mecanismo de defensa que permite ignorar el sufrimiento del otro.
El pago crea una ilusión de consentimiento. Para algunos hombres, la transacción económica invalida cualquier cuestión moral o ética, ya que perciben el dinero como una justificación para ignorar las condiciones de vulnerabilidad de la otra persona.
A menudo, estos hombres carecen de introspección sobre su propio comportamiento. La incapacidad para reconocer las dinámicas de poder y desigualdad en sus acciones refleja un déficit de empatía y una desconexión emocional con las consecuencias de sus decisiones.
La falta de empatía social: Las mujeres y el estigma
1️⃣ El estigma internalizado hacia la profesión: Muchas mujeres, incluso aquellas que abogan por los derechos femeninos, tienden a ver a las trabajadoras sexuales como responsables de su situación o como una amenaza para el modelo tradicional de relaciones. Este juicio severo perpetúa la exclusión y dificulta la empatía.
2️⃣ La "diferenciación moral": Algunas mujeres refuerzan su sentido de valor personal comparándose con las trabajadoras sexuales, viéndolas como "menos" o "caídas". Esto no solo deshumaniza, sino que también refuerza la narrativa de que estas mujeres son culpables de su situación.
3️⃣Complicidad con el patriarcado: En lugar de cuestionar las estructuras que perpetúan la explotación, muchas mujeres terminan reforzándolas, ya sea por miedo, ignorancia o presión social. El patriarcado no solo afecta a las mujeres de manera directa, sino que también las usa para sostener sus dinámicas de opresión.
El "sí viciado" no puede abordarse únicamente como un problema de las trabajadoras sexuales y sus clientes. Es un síntoma de un sistema que perpetúa desigualdades, deshumaniza a los más vulnerables y normaliza la explotación.
¿Por qué el cliente no reflexiona sobre el contexto de su poder? Porque nuestra cultura premia el control, la dominación y la satisfacción inmediata. Y, ¿por qué muchas mujeres no empatizan?
Porque el patriarcado ha inculcado la idea de que ciertas mujeres no son dignas de solidaridad.
Más allá del "sí" en las relaciones de pareja
En las dinámicas de pareja, donde las emociones, las expectativas y las presiones sociales se entrelazan, el consentimiento puede ser distorsionado de formas sutiles pero profundamente dañinas. Un consentimiento real no es solo la ausencia de un "no"; es un "sí" claro, entusiasta, informado y dado sin coerción. Para que el consentimiento sea genuino, debe cumplir ciertas condiciones:
1️⃣ Libre de coerción: El consentimiento no es válido si se obtiene bajo presión emocional, económica o psicológica. Por ejemplo, frases como "si me amas, deberías hacerlo" pueden manipular a la otra persona para que acceda, incluso si no se siente cómoda.
2️⃣ Informado: Ambos deben tener un entendimiento claro de lo que están aceptando. Las expectativas no dichas o las omisiones deliberadas pueden llevar a acuerdos que una de las partes no habría aceptado plenamente si tuviera toda la información.
3️⃣ Revocable: El consentimiento puede retirarse en cualquier momento. Incluso si una persona dio su aprobación inicialmente, tiene derecho a cambiar de opinión en cualquier etapa.
💭 ¿Cómo podemos construir una sociedad donde el consentimiento sea verdaderamente libre y el valor humano no dependa de las circunstancias?
Educación emocional y empatía
Fomentar la introspección sobre cómo nuestras acciones afectan a los demás es clave. Esto incluye enseñar a los hombres a reflexionar sobre sus privilegios y dinámicas de poder.
Romper el estigma
Las mujeres deben ser vistas como lo que son: personas con historias y circunstancias, no categorías moralmente inferiores.
Redefinir el consentimiento y la libertad
Es necesario educar sobre lo que significa un consentimiento real y libre, y cómo el contexto de poder lo distorsiona.
El poder no siempre es explícito. Puede manifestarse en forma de control emocional, donde una persona teme que su negativa desencadene discusiones, maltratos o, incluso, el abandono. En relaciones donde una persona asume el rol de autoridad, el consentimiento del otro puede ser forzado por esta jerarquía.
Normas como "deberías complacer a tu pareja para mantener la relación" o "en una relación seria no se dice que no" refuerzan la idea de que rechazar algo es un acto egoísta o desleal. Estas presiones silencian las necesidades individuales y obligan a muchas personas, especialmente mujeres, a ceder. Cuando una persona depende emocional o económicamente de su pareja, puede sentir que no tiene otra opción que aceptar. Esto es especialmente común en relaciones donde una parte tiene más control financiero o cuando la otra teme perder el afecto o el compromiso.
El consentimiento no es algo que se da una sola vez, sino un diálogo continuo. Eso significa que ambos deben sentirse seguros para expresar sus deseos y límites sin miedo a ser juzgados o a generar conflictos. La comunicación abierta y honesta es la base de todo.
También es importante darse cuenta si una de las dos personas tiene más influencia emocional, económica o social dentro de la relación. Estas dinámicas de poder, aunque no siempre sean obvias, pueden inclinar la balanza y hacer que una parte sienta que no tiene opciones reales. Reconocer estas desigualdades y trabajar en nivelarlas ayuda a construir una relación más justa y genuina.
Por otro lado, es clave cuestionar y dejar atrás esas ideas que nos enseñaron, como que "ceder siempre es un sacrificio necesario" o que "amar significa aguantarlo todo". Estas creencias pueden llevarnos a cruzar nuestros propios límites en nombre de mantener una relación, algo que a la larga solo genera más daño. Aprender a desaprender esto es liberador y abre la puerta a relaciones más equilibradas.
También es fundamental aprender a respetar y validar los límites de la otra persona. Un "no" no significa rechazo, y es importante no tomarlo como algo personal. Al mismo tiempo, cada uno debe sentirse en la libertad de decir "no" cuando algo no está alineado con lo que quiere o necesita. Los límites son una forma de autocuidado, no una ofensa.
💡 Reflexiona: ¿En tu relación, ambos tienen el espacio y la confianza para decir "no" sin miedo ni culpa? ¿Cómo puedes trabajar para construir una dinámica más saludable y equilibrada?
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